Me encuentro en medio de las montañas de Cederberg, una gran región de Sudáfrica de 20.000 kilómetros cuadrados, en la qual se concentra toda la producción mundial de rooibos.
Lo que llamamos té rooibos es una infusión elaborada de las hojas de un arbusto nativo de estas tierras. Se trata de una tisana de propiedades muy beneficiosas, capaz de emular algunos de los efectos del té rojo.
Las condiciones extremas de este lugar son las que hacen posible el cultivo de esta variedad. En particular, las temperaturas oscilan entre los 48ºC de verano y los 0ºC de pleno invierno. Por lo tanto, soy afortunado, estamos en la entrada del verano, y por lo tanto, no debo sufrir el abrasivo calor que, en pocas semanas, impregnará cada rincón de este territorio.
Al contrario, me siento tranquilamente y disfruto la escena. Frente a nosotros, grandes explanadas de hojas de este arbusto seco al sol, adquiriendo ese tono rojizo tan característico. En este paisaje, los campesinos recogen metódicamente los primeros brotes del arbusto y separan las hojas más frescas, depositándolas en macetas para iniciar la fermentación.
El olor intenso que dejan las hojas del arbusto impregna nuestros sentidos. Este es exactamente el mismo aroma intenso que te alcanza cuando, en cualquier otro lugar del mundo, tienes una taza de rooibos fumando delante de ti.